El nuevo trabajo cinematográfico de Pamela Anderson no puede considerarse un resurgir actoral pese a haber sido catalogado como tal porque, en realidad, a lo largo de su carrera la actriz nunca antes había interpretado un papel dramático de la magnitud del que encarna en ‘The Last Showgirl’. Y el deseo de que la oportunidad le sirva para resarcirse del desprecio y la denigración a los que fue sometida en su día por parte de los medios y de la industria casi logra invisibilizar la triste verdad acerca de la película. Dirigida por Gia Coppola -sí, otra Coppola, nieta de Francis Ford-, es una obra indigna de toda la expectación que ha precedido su estreno en el Festival de San Sebastián, donde compite por la Concha de Oro, y de ningún modo funciona a modo de reivindicación del talento interpretativo de Anderson.