A finales de los años cincuenta, un pueblecito de Wisconsin se convirtió en la auténtica comidilla de Estados Unidos gracias a las fechorías de uno de sus vecinos. El tipo en cuestión era un cincuentón algo taciturno y asocial que respondía al nombre de Ed Gein y que vivía en la remota granja en la que creció junto a su madre. Cuando se quedó huérfano, la enfermedad mental que sufría se agravó y su solitario mundo le llevó a buscar un reencuentro con su dominante y puritana progenitora. Fue entonces cuando asesinó a un par de mujeres a las que consideraba prostitutas, como pensaría su propia madre, y resultó detenido por la policía, que se llevó las manos a la cabeza ante sus atrocidades —entre otras, vestirse con la piel desollada de una de sus víctimas y bailar a la luz de la luna haciéndose pasar por la señora que lo parió—.

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