A lo largo de casi seis décadas, el cineasta griego Costa-Gavras se ha dedicado en cuerpo y alma a denunciar las miserias del sistema, las instituciones y la sociedad en general a través de sus películas, y casi nunca ha tenido reparos a la hora de recurrir al más tosco didactismo para hacerlo. En ese sentido, el largometraje que hoy ha presentado a competición en San Sebastián, con 91 años, de ningún modo supone una excepción. Mientras contempla a un afamado filósofo francés enfrentado a su propia mortalidad que estrecha vínculos con un médico dedicado al cuidado de enfermos terminales, ‘El último suspiro’ pretende funcionar a modo de homenaje a la medicina paliativa y de reivindicación del derecho a una muerte digna, y para ello se sirve de un relato apoyado en una sucesión de casualidades, y en personajes que solo existen para dar información machacona acerca del asunto. Si los festivales de cine premiaran las buenas intenciones, sin duda sería favorita para acabar en lo más alto del palmarés.