La segunda temporada de Los anillos de poder ha venido acompañada de los ya clásicos choques en redes sociales entre incondicionales y detractores de la ambiciosa adaptación que Amazon Prime ha hecho de la obra de J. R. R. Tolkien. Unos y otros se echan los trastos a la cabeza proclamándose como los verdaderos expertos en el autor y, en medio del griterío, hay hordas de trolls que parecen salidos de la Tierra Media que se indignan por ver elfos y enanos de raza negra o a Galadriel dando espadazos. La serie no es ni la obra maestra que proclaman unos, ni el truño al que la rebajan los otros. Tiene sus puntos de interés y mejora a medida que avanza, pero es inevitable que a más de uno se le haga bola el momento previo a sentarse a maratonear sus capítulos de más de una de hora de duración cada uno, cuando las más de cuatro horas por película de la trilogía de Peter Jackson se nos pasaban en un suspiro. Y a ello no ayuda el que tengamos que esperar dos años entre temporada y temporada y que sus personajes carezcan del carisma de sus predecesores. Aunque da la sensación de que esta vez la serie ha hecho menos ruido que el que hizo su anterior entrega, los números han dejado satisfechos a los responsables de la plataforma, que están dispuestos a hacer no solo la tercera temporada, sino llegar a las cinco que tenían previstas.