Los cineastas austriacos Veronika Franz y Severin Fiala han construido su breve pero consistente filmografía en base a, al menos, tres cosas: una idea perversa de las relaciones familiares (la mayoría de las veces entendida como una representación acotada de los males sociales), un trabajo excepcional de las atmósferas y una habilidad para concebir situaciones e imágenes de impacto, muy abrumadoras, y deslizarlas cuando y como el espectador no se las espera. Todo eso está en “Goodnight Mommy” (2014), su debut en el largo de ficción, y en “The Lodge” (2019), y vuelve a estarlo en su nueva película.

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